Todos sufren de amor. Tú, él, nosotros, ustedes, ellos, yo. Todos, irremediablemente, en algún momento, sufrimos de amor. Si jamás te ha sucedido, si nunca has tenido la desgarradora sensación del corazón roto, tal vez no estás viviendo, tal vez estés muerto y seas un fantasma.
Lamentablemente todos sufren de amor. Pensaba que eso solo le pasaba a la gente joven e inexperta. Pero no. Le pasa a todo el mundo. Todos sufren de amor. Así como ellos; que se encontraron muy tarde, a sus 50 y tantos, en segundo matrimonio y con hijos.
Todos sufren de amor. Es algo inevitable, es una apuesta que hay que hacer. Todos han sufrido por el amor. Unos más y otros menos. Tal cual le sucede a ella; quién cargó una criatura por varios meses acostumbrándose a la idea de que sería mamá… y no. Tal vez ella sea quien más sufre.
De una u otra manera, y es un poco triste decirlo, pero todos sufren de amor. Le pasa a todos, le pasa a él; quien cree obstinadamente que nadie lo entiende porque su flor, su compañera, la que de verdad lo entendía decidió un día dormir eternamente. Y ya no encuentra misión en el mundo porque todo cuanto deseaba lo ha realizado. Sin duda ella le daba sentido.
Hay quienes sostienen que el amor, el de verdad, el enraizado, ese no te hace sufrir. Sin embargo yo lo pongo en duda. Creo que cuando menos se espera, todos sufren de amor. Me sucede a mí y le sucede a ella. A ella que la sociedad le impidió gritar su amor a los cuatro vientos y se lo tuvo que guardar en una esquinita del corazón para luego dejarla ir.
No es una maldición, sólo es un orden natural. Todos, en cierta manera, sufrimos de amor. Sufres tú y sufren ellos. Los que nunca lo confesaron, los que no se entendieron, los que cometieron errores y los que nunca supieron.
Todos sufren de amor, en algún momento y de alguna forma. Como aquella que se quedó esperando a que su amor regresara y no sucedió. Todos han tenido un momento para extrañar. Extrañar unos labios, extrañar unas manos, extrañar una frente, extrañar unos piés. Todo el mundo ha sufrido de amor y no es una penitencia. Estamos nosotros y está él. El que no se encontraba a sí mismo y tampoco encontró al amor.
Parece triste y tal vez lo sea, pero nos fascina, nos embriaga, nos apasiona. Todos sufrimos de amor pero jamás dejaremos de amar.