Emancipado de estos menesteres, entiendo que en cada etapa estamos destinados a encontrar los estragos de nuestro sendero.
Estamos enajenados en esto que lamentablemente, es un desperdicio.
Entes que entre espasmos, enaltecen su ego.
Entorpeciendo su estancia y estableciendo que ellos, los que también somos nosotros, entregan en lo posible remedos de lo que alguna vez fue cedido.
Es imposible ensimismarse enteramente, siempre que la esencia permee lo que establece la esperanza, pero confiemos sin reparo que eclosione lentamente aquello que eternamente esperamos.