A veces alcanzo a asentir.
Agudizo, alerta acepto que así debe ser.
Aspiro a abrazar aquello que alienta mi alma.
Pero al alba, el astuto asecha y abyecto ataca. Con arcadas me arranca de la realidad.
Me acerca a esa atractiva asamblea que actúa como antesala de la calma.
Aquel atrio de la amplitud que anula y amortigua la agonía que algún día, ansiosos, habremos de alcanzar.
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