Tengo miedo. No sé qué pasa. ¿Cómo llegué aquí? ¿En qué momento llegué aquí? Ya conozco la rutina porque la he visto antes. Sales, estás parado frente a esa bestia con sus puntas afiladas con las que, de un movimiento puede eliminar tu existencia de la tierra y tienes miedo. Mucho miedo. El público va a aplaudir la habilidad que demuestres para esquivar la muerte. La gente le llama “La Fiesta”.
Ahora estoy en este lugar un poco oscuro esperando que me anuncien. Me he encomendado a Dios. Mi corazón palpita rápidamente. No quiero cometer errores. ¿Cómo llegué aquí? Quiero regresar a ser pequeño. Tirado en el pasto, descubriendo formas en las nubes. Las circunstancias me han traído hasta este lugar. A usar esto, a cargar estas púas.
Debo demostrar la maestría en mis movimientos. La delicadeza entre el animal, el capote y yo. La diferencia entre que el público me reconozca o el animal decida arrebatarme la vida. La bestia también decide sobre mí, no debo restarle importancia.
Llega la hora ¿Cómo es que llegué aquí? Tengo miedo. La danza mortal inicia. La danza en la que apuesto mi vida. El animal y yo coordinamos nuestros pasos. Me esquiva, yo lo esquivo. No es tan malo. Nos vemos a los ojos. Él también tiene miedo, lo puedo sentir.
Estoy exhausto y excitado. Sé que soy más débil que él. Deseo que el público muestre sus paños blancos pues no creo tener el valor de matar a la bestia. Este es el momento. No seguiremos aquí, no los dos. Alguno debe morir. Se aproxima con sus movimientos toscos. Movimiento maldito. Que muera el tiempo.
Cerramos los ojos. Un golpe brutal y siento la punta en mi interior. Todo terminó. Ya no siento miedo. Todo se ha acabado. El palpitar se reduce. Cierro los ojos. Respiro.
Tal vez este animal también fue orillado a la fiesta. Tal vez el animal tampoco quería estar aquí. Que bueno que él me ha perforado. Yo no hubiese tenido el valor de matarlo. Así como él ahora no tiene el valor de verme a los ojos.
Mi vista se nubla. Mi rostro está en la arena.
La bestia está de pie en el centro, levanta los brazos y llueven flores. ¿Alguna será para mí?
No veo nada más.